
Cuando llegamos, nos ubicamos en una de las pocas mesas libres. Una vez ahí, entre cervezas y cafés, intentamos, por sobre el volumen de la música, comunicarnos por medio de una serie de gestos que creíamos comprensibles, pero fue inútil, porque una cosa, es transmitir gestualmente oraciones como “pasame la mostaza”, cuando la mostaza está justo ahí, en la mesa, y otra muy distinta es tratar de hacer que te entiendan, cuando solo sirviéndote de un par de gestos, querés decir, “Y…por ahora no estoy yendo a terapia porque no tengo un mango… pero apenas consiga laburo retomo…¿y vos boludo? ¿seguis?". Absolutamente imposible, así que durante aproximadamente tres cuartos de hora, nos conformamos con poder charlar en los intervalos de silencio entre cada una de las canciones que un grupo de música tocaba en vivo en el lugar. Debo reconocer que sonaba bastante bien. Era una banda “que imitaba” a U2. Y cuando digo “que imitaba” , lo digo en todo sentido. Tocaban las canciones de U2, se movían como los U2, tenían el aspecto físico de los U2, se vestían como los U2, y el cantante, Bono (Vo?? Noooo) hasta nos hablaba en “inglés” … y cuando digo en “inglés” NO lo digo en todo sentido (Güil or güiraaaauchuuuu, güiiiil or güiiiraaauchuuu aja…).
En fin, de la salida de anoche, me quedo con un par de cosas importantes para recordar. La primera de ellas es que está muy bien ser totalmente fanático e idolatrar a alguien por completo, vestirse como, caminar como, hablar como, SER como...Todo eso está muy bien. A los quince años. A los treintaipico, no. A los treintaipico ya das una imagen así medio como “el boludote”.
Otra cosa de la cual tomé nota mental gracias a la noche de ayer, es que tal vez, un recital en vivo no es el mejor lugar para ponerte al día con tus amigos. A menos que te muevas en un círculo de amistades hipoacúsicas, repito, un recital, no es el mejor lugar.

- Bienvenido al servicio de información de guía 110, de Telecom Argentina.- me dijo la voz de la grabación – Si desea conocer un número telefónico de páginas blancas, marque 1. Si desea cono...-
- Piiiiip – (sonó el número 1 en el teclado de mi teléfono)
- Por favor, después de la señal, diga la localidad solicitada.- dijo amablemente la voz de la locutora.
- Colegiales...- Dije casi distraído.
- Por favor, después de la señal, diga la localidad solicitada. – Repitió la voz.
- Colegiales...- Dije más lentamente esta vez.
- Por favor, después de la señal, diga la localidad solicitada. – insistió la grabación.
- Co-Le-Gia-Les – Esta vez, silábicamente.
- Por favor, después de la señal, diga la localidad solicitada – Repitió la voz por tercera vez.
- Collllleeegiaaaalllllleeeeessss – Esta vez, muuuy lentamente y en un tono tipo Forest Gump.
- Por favor, después de la señal, diga la localidad solicitada –
- COLEGIAAAALESSSS LA PUTA QUE TE PARIO!!! – Ya gritando enfurecido.
- Aguarde un instante por favor …– Dijo muy amablemente la grabación.
Finalmente un ser humano de nombre “Marisa” me volvió a hacer (una única vez) la misma pregunta que la grabación ya me había hecho (4 veces), y tres preguntas y veinte segundos después, me encontraba anotando el teléfono que estaba buscando.
Después de esta experiencia, solo tengo clara una cosa, y es que con maquinitas tan tremendamente pelotudas, John Connors, Sarah Connors, y el terminador bueno, pueden dormir recontra recontra tranquilos.