sábado, 17 de enero de 2009

Que Brain-Storming ni que ocho cuartos??!!

El 2008 se despidió como debía. En lo personal fue un año sumamente hincha pelotas. Así que literal al extremo, los últimos días del 08 los pasé de esa forma. Haciendo un extenso tour por cuanta clínica porteña estaba incluida en la lista de la más reciente muestra del proceso civilizatorio-personal que estoy atravesando, es decir, Mi Medicina Prepaga, y todo para buscar la explicación médica para aquello que yo podía explicar perfectamente en forma un poco más rústica. O sea, “…después de un año como el 2008 doctor, no tengo más alternativa que tener las bolas hinchadas no le parece? O quiere que le cuente en detalle?” Pero no. El detalle no fue necesario. Pues después de que dos médicas de guardia (mujeres las dos), dos ecógrafas (mujeres ambas también), dos enfermeras (obviamente mujeres) y todo el personal femenino de las clínicas, exceptuando a las recepcionistas, revisara mi “problema”, llegó finalmente la solución. Lo que por un lado, seguro me tomará muchas más visitas a lo de Miyagi y muchas más horas de introspección, fue por otro lado resuelto con un (para nada amigable) bisturí sin anestesia, un doctor entusiasta y una enfermera alentadora. En dos minutos la parte práctica de lo que médicamente se denomina hinchadura de huevos estaba resuelta, la otra, la que podríamos denominar algo así como hinchadura de huevos anímica aún dista mucho de estar resuelta, pero al menos ésta, me permite sentarme sin problemas.
El 2009 llegó sin mucho ruido. Lo esperamos con un asado suculento que a la vez que recibía el año, oficiaba también de despedía personal de las comidas hiper calóricas por un largo tiempo. Pues la luna de miel de hace unos meses, me dejó muchos momentos memorables, me recordó cuanto me gusta viajar, me permitió conocer lugares increíbles, me devolvió la alegría, y también me devolvió unos cuantos kilos ganados en un irreprochable esfuerzo (por cierto sumamente exitoso) por honrar a cuanto productor de empanadas regionales crucé en mi camino.
En fin, estrené el 2009 y mi primer día de furia no tardó en aparecer. Dos días llevaba de iniciado el nuevo año. Dos horas llevaba yo en la cola para tramitar mi pasaporte. Dos personas habían visto y aprobado mi documentación cuando llegué con el número 526 al mostrador número 7. Fue entonces que la mujer policía que estaba tras ese escritorio, y tras unos notoriamente gruesos anteojos, decidió que mi DNI no era legible. Detalle más detalle menos la idea era simple. Hacete un DNI nuevo y volvé. O sea “… nos vemos dentro de un año y capaz que ahí, te hacemos el pasaporte nuevo”. La verdad que me lo tomé con bastante calma. Las 7 horas que siguieron a ese momento, pueden describirse como una sumamente divertida, pero sobre todo creativa, combinación de insultos e improperios dirigidos directamente a la mujer policía en cuestión, a dos escalones (tanto ascendentes como descendentes) de su árbol genealógico, y su maldito oculista. Luego, dormí dos horas, y al despertar, retomé con renovadas energías el juego que tenía por protagonista a la mujer policía y a sus futuros hijos, quienes espero que sean chorros solo para complicarle la vida a "Mami".
En fin. Tranquilamente recostado en el sillón de casa, y junto a mi amada esposa (y entre comentarios sumamente civilizados de mi parte), evaluamos fríamente las opciones que tenía por delante. Después de descartar la bombas molotov y el cinturón de dinamita, llegamos a la sana conclusión de que la mejor alternativa era intentar hacer las cosas bien y evitar nuevos problemas y nuevas broncas. Así fue que opté por adulterar prolijamente mi DNI y volver a hacer el intento al día siguiente, evitando por supuesto, caer nuevamente en la mesa de la Oficial Magoo.
Un día después me encontraba nuevamente en la extensísima cola, friéndome los sesos, en la esquina de Azopardo y alguna otra calle, junto a muchos otros que como yo, estaban a punto de encontrarse cara a cara, mostrador de por medio, con los CSI argentinos.
La primera hora de cola no fue tan terrible. Terminé el libro que había comenzado hacía unos días y avancé más o menos unos cincuenta metros. Solo me faltaban ciento cincuenta más, y después unas tres horas dentro del edificio. Y si tenía suerte, y Magoo no se volvía a curzar en mi camino, mi pasaporte iba a ser solo cuestión de tiempo. La segunda hora de cola, empezó perfilándose como aburrida pero fue el principio de algo definitivamente genial. Unos metros delante de mí, una mujer de unos sesenta años insistía haciendo preguntas que nadie en la cola podía responder. Un hombre de edad difícil de determinar, y ya cansado de escuchar las preguntas de la mujer, intentó iniciar conversación con una chica que estaba justo detrás suyo y algo así como dos metros delante mío. Comenzó a hablarle preguntando si tramitaba pasaporte y cédula o si solo tramitaba una de las dos. En algún momento de la conversación, detalle más, detalle menos, la chica comentó algo así como que solo tramitaba cédula porque a su pasaporte aún le quedaba un año más, y por el momento ambos trámites le significaban mucho dinero, como a casi toda la gente. Lo genial de esto fue que dos lugares detrás de mí, la conversación entre “Señor” y “Chica” fue traducida por “joven de sexo masculino con sesos quemados por el intenso sol” para quienes estaban cerca de él en la cola, en algo como lo siguiente: “¿Vieron che? Parece que conviene hacer solo la cédula. Así tarda menos. Dicen que si pedís el pasaporte, el trámite te tarda un año más porque hay mucha gente”. Solo unos metros más atrás, “chica extranjera con urgencia por obtener papeles argentinos” pregunta al borde de la desesperación, y sin dejar en claro en destinatario de su urgencia “¿Escucharon? Están diciendo que hay tanta gente que la entrega de cédula y pasaporte se suspende por un año!!! Me muero… yo tengo que viajar ya!!!”Un par de minutos después, me era imposible escuchar las variaciones que sufría a lo largo de la cola, la conversación original entre “Señor” y "Chica”. Pero ese día me fui de allí por un lado con un papel firmado y sellado que decía que en unos 30 días hábiles, iba a recibir mi pasaporte y mi cédula en el domicilio indicado (razón por la cual aún me río en la cara de la Oficial Magoo, su oculista y toda su familia) , y por otro lado, con la certeza de que los cuentos más fantásticos y las creaciones más asombrosas de genios como Borges o Cortazar, han de haber surgido, indudablemente, al final de alguna cola como la de Azopardo y no se que otra calle, cuando están llenas de gente que espera…