domingo, 16 de noviembre de 2008

Tanto en la salud como en la enfermedad…

Solo seis días. Solo 144 horas. Solo 8640 minutos. Solo eso es lo que falta para estar felizmente casado con Lu. Seis días, y la ropa apropiada, porque las ganas y la novia las tengo, el anillo también, pero la ropa no.
Desde el día en que tomé la decisión de casarme, estuve seguro de que me iba a casar con ropa que me haga sentir que sigo siendo yo el que me caso, y no una versión de traje y más políticamente correcta de mí mismo. O sea, EL traje y LA corbata, seguirán en el placard hasta el próximo casamiento de alguno de mis amigos. Por lo pronto al mío, voy a ir en pantalón, camisa y zapatillas (amarillas por cierto). Problema simple, solución simple. Solo tengo que comprar la camisa mangas cortas. Y el pantalón. Y capaz que también las zapatillas, porque las que tengo están un poco sucias y parece que la suciedad no está del todo dispuesta a abandonarlas. Así fue que empezó entonces mi día de ayer. Ni muy temprano ni muy tarde, nos subimos (Lu y yo) a la moto y nos fuimos tras la sencilla tarea de conseguir, un pantalón, una camisa de mangas cortas, y talvez unas zapatillas.
Dije sencilla? JA!!! ILUSO!!!! Al parecer esta época del año es algo así como un “ni fu ni fa” del mundo de la moda. Pues los encargados de marketing de los comercios de indumentaria insisten temporada tras temporada en llamar a esta época del año, la temporada de “BIG SALES” y en llenar todas las vidrieras con carteles que rezan “SALE 50% OFF” y demás frases en inglés, que suponen atraernos a todos como insectos a la luz, agolpándonos en las vidrieras intentando conseguir algo que no necesitamos, pero por mucha menos plata de la que hubiéramos pagado, unos meses atrás, cuando si lo necesitabamos. Pero lo cierto es que esto de los “SALES” es simplemente una cuestión de espacios disponibles. Pues está claro que (en lo referente a indumentaria) ya no es temporada de primavera, y que la ropa de verano verano verano, aún no ha llegado a los comercios. El problema entonces, radica en que no hay espacio suficiente en casi ninguna vidriera de ninguna casa de ropa como para poner un letrero que diga algo así como “estamos en plena temporada de sacarnos de encima todas las camisas de mangas largas que nos quedaron sin vender y de ponerlas en vidriera a precios que parecen ser convenientes, pero que en realidad siguen siendo ridículamente caros…”, de ahí que la gente de marketing, haya decidido evitar tal “sincericidio” comercial y haya optado por los carteles que dicen simplemente “Sale 50% off”. En ese contexto, fue que pasé mi día yendo y viniendo en la moto, tratando de conseguir una camisa apropiada para un jueves que, hasta ahora, se anuncia en los pronósticos como EL jueves de 32 grados a la sombra. Tanto ir y venir intentando conseguir la bendita camisa manga corta, terminó con mi humor rayando la ira total, y con mi decisión de que "todos se metan las camisas esas en el culo, y yo me caso con la que tengo… que tanta vuelta carajo!!!”. Lamentablemente, para cuando tomé la decisión de no perder más tiempo tras la camisa (que para entonces era claramente un misterio de tipo arqueológico absolutamente inhallable), ya habían pasado como cuatro horas desde que había salido de casa, y a esas alturas, a Lu ya le daba lo mismo si me casaba en camisa, musculosa, o en malla y en chancletas, lo único que queríamos después de hervir nuestros cerebros al sol dentro de los cascos, durante cuatro horas, era volver a la tranquilidad de nuestra casa. Claro que como era de esperar, volver a casa tampoco fue una tarea fácil. Cómo casi todos los viernes, no había en la ciudad una sola calle libre de tránsito, por lo que circular con la moto entre tantos autos conducidos por especimenes diversos que, al igual que yo, estaban desesperados por volver a sus casas, no era misión para principiantes del volante (o del manubrio). Solo para resumir digamos que durante el viaje de vuelta, (después de que hicieran sonar sus bocinas innecesariamente y exigiéndome que les diera paso cuando no había lugar ni para un alfiler) intercambié amables invitaciones a mantener sexo oral prolongado y casual con los conductores de por lo menos, tres autos diferentes, y envié calidos y afectuosos saludos a la madre de otros dos, al tiempo que recibí algún que otro mensaje para mi ya difunta abuela y afirmaciones varias acerca del tamaño de mis testículos. Así es manejar en buenos aires, todo un abanico de puteadas y gestos nuevos son incorporados a nuestros cerebros a medida que vamos conduciendo nuestros vehículos por los cien barrios porteños, porque reconozcámoslo, cuando das el examen de manejo para obtener el registro, nadie te enseña (a pesar de ser absolutamente necesario) a putear por el espejo retrovisor, gesticular con la mano derecha, y continuar manejando con la izquierda. Sin embargo, nos exigen hacer un "8" marcha atrás por una rotonda, como si fuera algo que los conductores hacen cotidianamente. Lo cierto es que entre tanto intento por evitar las larguísimas colas de autos en cada semáforo de la ciudad, alguna que otra vez, rocé suavemente (y no tan suavemente otras) las rodillas de Lu contra algún que otro vehículo estacionado, razón por la cual recibí también de parte de mi futura esposa algún que otro vocablo hiriente, y exagerados comentarios sobre su integridad física, seguidos de recordatorios del tipo de “¿Vos entendiste esa parte de que me vas a cuidar tanto en la salud como en la enfermedad no?…