
El hecho es que hoy a las seis y cinco de la tarde aproximadamente, me recosté en el diván Miyaguístico. Saludo va, saludo viene, comenzó como siempre, y casi sin que yo me diera cuenta, nuestra sesión de hoy. Así fue como, mientras le contaba mi entretenidísima semana a Miyagi-San, comencé a jugar con los cuadritos del consultorio. Es decir, comencé a jugar, mirando los cuadritos del consultorio. Cerrando un ojo, después el otro, después los dos y después volviéndolos a abrir. Todo esto claro, sin que Miyagi-San lo note, es que ellos (y digo ellos porque seguramente el/la tuyo/ya es igual) no se calientan por esos cuadros, ni saben tampoco como se ven desde el diván, y mucho menos como se ven desde el diván y con el ojo derecho cerrado. No. Ellos no saben nada de todo esto, porque ellos están “colgados” o “atendiendo flotantemente” a cosas de menor importancia, más superficiales y poco relevantes para el proceso de terapia, como nuestra enrolladísima psiquis semi-estúpidamente atrofiada, en el complejo de Edipo, en los actos fallidos, en el olvido y en Boltraffio, Botticelli y vaya saber uno en que más. Aunque seguramente, ahora que lo pienso, colgarán también en el próximo vencimiento del gas (que por cierto aumentó para el carajo), o en lo bueno que estuvo el último capitulo de Lost, aunque ya es hora de entender de una puta vez que carajo es el “monstruo-humo” ese, porque al final sino lo explican, vamos a terminar pensando que es una representación de la gran represión inconsciente que opera sobre los deseos de muerte de la misma isla que de a poco va… y ahí justito justito en medio de todo eso, vos decís algo que atrae su maligna atención miyaguística, y así, sin más, sin anestesia dejan caer de sus bocas, aquello que todo paciente teme escuchar desde el diván. Bueno, talvez la segunda o la tercera cosa más temida, porque antes estarían frases como “la verdad, nunca he visto pacientes peores que vos” o la ancestralmente odiada “bueno… vamos a dejar acá…quiero que te quedes con eso”. La cuestión es que sino todos, al menos YO temí siempre a la frase que hoy escuché en labios de Miyagi-San. Hoy escuché de su boca, la tremenda “Deberíamos hacer una inter-consulta con un psiquiatra, yo diría que estás DEPRIMIDO”. Por supuesto que ahí nomás se me encendió la alarma interna que todos tenemos, y que existe solamente para avisarnos que ha llegado el momento de CORRER POR NUESTRAS VIDAS!!!
Todos sabemos perfectamente que entre la primera pastilla

Así fue que en el mismo momento en que Miyagi-San nombró al psiquiatra y su valijita de pastillas bobas, yo le respondí con mi más pesada batería de complejos argumentos Freudiano-Lacanianos y con vos temblorosa dije: “No… Ni en pedo”. Y parece que funcionó, porque al menos por ahora le sigo escapando al Bobero….Pfff… Deprimido yo… que ridiculez… increíble… JA…deprimido yo? Pero por favor… que no me hagan enojar mejor… porque cuando me enojo… últimamente siento que todo es culpa mía y termino llorando…
5 comentarios:
Sos una masa escribiendo!! Me haces reir y llorar a la vez! Recorda que... Despues de la tormenta siempre llega la calma!
Hola, estoy viendo como carancho mandarte una imagen.
En fin, betinasuarez@gmail.com.
Me escribis?
Genial tu relato!escribis muy bien,te felicito!.cuando puedas dejame algun comentario en mis entradas. Saludos
es lógico tenerle miedo al locólogo, ýo le tengo miedo a toda la cartilla de la obra social, jajaja. no me gusta ir al medico porq siempre te andan encontrando cosas raras. que la hipotensión,que el arco del pie vencido, que los dientes chuecos... y todo es lo mismo... para vos es una tortura, pero para ellos es ¡Cling Caja!
no te amargues,todos pasamos por esos estados de mariconeada, pero pasa... como todo =)
Estás vivo?
Escribí carajo.
(Estoy cada vez más delicada).
Beso.
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